Estornudo de Palabras

De repente, en medio de la reunión empiezo a divagar. ¿Que es esto de escribir? me pregunté, sin saber que responder, pues apenas comienzo mi vida de palabras. Es un asunto natural pensé, pues era la única respuesta que encontré mientras navegaba por mis neuronas; finalmente salimos de la reunión y me tocó un diccionario de retos y reclamos, espero no haber logrado el odio de esa gente.

Esto de escribir es algo tan natural como estornudar, que lógico me parece. Todo comienza con un cosquilleo en la garganta que sube y sube hasta la neurona de la escritura, entonces ella se despierta y ahí estás listo para comenzar. Entonces viene el mareo y empiezas a estar presente en otro mundo mientras este se diluye en gotas húmedas de sopor. Las personas en la calle te observan con cautela y ponen ese aspecto desconcertante e invisible, porque no saben donde estás, no saben nada de ti y no entienden tu comportamiento. Y tu mente no está en blanco como creen, sino que ha comenzado la metamorfosis, sí, porque las células se transforman en letras y entre tanta mitosis, ya no eres más que un texto que camina por la calle. Y de repente en cualquier lugar se confunde la realidad con la fantasía. Por fin ya no te rodean árboles, cemento, autos, personas sino letras, palabras y frases por montones. Ahí comienza el colapso, pues el disco duro se acaba y el flujo de información se hace un manantial tan cristalino que no aguantas las ganas. Te pica la nariz y te tiemblan las manos por un pañuelo, una toalla y hasta un poco de confort, lo que sea. Inexorablemente sólo piensas en una libreta o un computador, pues de tus manos fluye ese caudal eterno y descontrolado que tiene como único destino cumplir con el encuentro del pañuelo con la nariz y de la palabra con la hoja.

Esa puta libertad

Luego de tantos desencuentros y un poco de cerveza comencé mi camino a casa, estaba, más que nunca, con demasiado frío. El sutil movimiento de las hojas en la vereda a medida que avanzaba y las miradas frías de la gente que atravesaba la avenida me recordaron esas palabras: ¿que sucede con ese signo?, ¿acuario?, ¿quién es acuario?; apareció de repente y empezó a llenar mis neuronas con ilusiones de estrellas, con ese mágico polvo de estrellas.

Con el cigarrillo recordaba mis palabras:

-pero señora, yo no creo en eso…

Después de tantas reflexiones y horas mirando el cielo creí descubrir que no es tan absurdo pensar en la unicidad. Soñé como un buen niño que soy, que estaba en una dimensión distinta lejos de lo humano y, caí, caí con mi arrogancia.

Cada uno de mis argumentos se va desvaneciendo a medida que leo y leo esas páginas rotas, más aún, me impacta la cobardía de su aparición, llegó para generar un alboroto que aún está descontrolado, que se fue y volvió con el viento, hacia mis raíces y mis entrañas. Creía en esa unicidad, ahora me siento desperdigado entre tanta página web, entre tantos lugares donde se escribe un pedacito de mí. Sobre todo, porque mis manos están recelosas de comenzar nuevamente con eternos volúmenes de tanta mierda.

-¿por qué caminar si podés volar? pensaba ingenuamente-.

Desde aquí la extraño y la deseo, soy su ferviente admirador, ella está feliz mirándome y riéndose de mí en el horizonte, porque quiero tocarla y ungirme entre su esencia, esa puta libertad, parece tan lejana, pero ahí está siempre, cuando abro los ojos.

Ya ni sé cuando todo empezó, pueden ser años, minutos o un breve espacio de silencio, pero he vuelto a este destierro, a este eterno conflicto; para acá y para allá voy descansando un poquito en cada quebrada, en cada pequeña sombra, mirando el paisaje, los árboles y la cima de esta montaña eterna…chucha que es eterna, nunca subí tan alto.

Una extraña sensación me atraviesa después de un rato, cuando el café ya esta frío y el delicioso pan tostado se acabó. No sé dónde estoy, puede ser si me perdí, pensaba que esa oportunidad de futuro había desaparecido y que dentro de mis ires y venires estaría más tranquilo, que la encontraría por ahí, dando vueltas entre la gente, sentada en el balcón esperando por mí o mezclándose en mi cama. Pero no, anda paseando por otros parajes y nuevamente me siento ajeno, solitario, como una estúpida ilusión que se rompe entre mis vértebras y caigo al suelo, inmovilizado, mis piernas están un poco más allá y yo un poco más lejos, intentando sobrevivir a este caos absurdo, que se dilata y me rompe por completo ¿donde quedaron los días justos?, ¿donde fue esa vanidad? ¿dónde caímos mi libertad y yo? ¿caímos juntos?

Ya exploté mil veces y la tormenta cíclica desapareció tan rápido como vino, dejando la paz y el silencio del teclado, espero salir un día sin consecuencias severas, pero no lo sé, parece que mi locura sigue in crescendo…

Contigo

Una vez te vi caminando entre las sombras.
me diste un poco de tu día y perdí toda nostalgia

Ese ámbar maravilloso de tu espalda me entregó cierta armonía,
su aroma blanco me intrigaba
cada día y cada tarde que escuchaba el lindo poema entre sus venas
me apretaba la cintura y comenzaba ese baile eterno
con el tímido arcoiris de mis sueños

Ahora camino errante
me parece haber perdido la ruta
soy uno más en el valle de las sombras
no lograré más ese caminar tranquilo
he perdido la brújula, el mapa y la antorcha
en los mares de contigo…

El zancudo de la micro

Al final me quedé dormido detrás de la cortina, el día se hizo eterno porque estuve volando de aquí para allá, pero no encontré mucha comida, parece que los humanos ya no saben como antes, puede ser si yo estoy viejo y no encuentro los mismos sabores de antes.

Bueno, seguiré un rato por aquí a ver si me cruzo con alguna mina, quizás me toque esta noche, una de esas delgadas, con las alas bien finas y con aroma a sangre, como ella, que hermosa era ella….

-Pero que linda esa luz, voy a ir a verla de cerca- pensé.

La Segunda Avenida

Te vi mientras cruzaba la segunda avenida, apareciste por ahí e iluminaste los pasos cansados de mis días, se esparció por mis venas y mi silencio un poquito de ti, de tu aroma y tus labios suaves.

No volví a cruzarme contigo hasta hoy, cuando llevaba un kilo de esperanza y unos cuantos gramos de alegría que conseguí a buen precio en el almacén de la esquina. Y claro, me trajiste demasiada locura y pequeñas bolitas de almidón para endulzar la mezcla.

Luego de hacer explotar la batidora salió ese niño, que no conseguí disfrutar tanto como tú, con tus celos fantásticos y la extremada cautela con la que lo llevaste por nueve meses en tu vientre amarillo…

El Amigo del hombre

Desde el momento en que me desperté no paro de pensar en eso, hace un buen rato que estoy aquí divagando sobre una u otra intención y nunca llego a nada, entonces me desnudo frente al espejo y tampoco veo nada, veo apenas la carne, los pelos y las formas curvas que dibujan mi cuerpo envenenado por demasiado pisco y nicotina del último carrete de fin de año. Un par de horas más tarde contesté el mensaje en mi celular, no entendí a que venía aquella invitación, ese hombre parece tan distante, tan diferente y lejano a mi esencia. Era el preciso encuentro con aquel que adoré tantos años y que luego de contemplar su pistola entre mis cejas y acabar durmiendo con un estruendoso zumbido en mis oídos comencé a despreciar con toda mi calma y desazón.

Así fue como acabe en una sala blanca de hospital sin comprender más allá de mis instintos, con el maligno dolor de su recuerdo y los constantes gemidos del enfermero que rompía la entrepierna de la que estaba al lado mío. Nunca la olvidaré, la veía de vez en cuando por ahí en algún salón, usualmente mirando televisión o intentando cruzar más allá de las paredes. Por las noches paseaba por los atareados pasillos de aquel recinto, me encontraba con otros que decían ser los iluminados, porque también podían pasear, que dementes!, era ella la única que me detuve a contemplar casi cada noche, porque escapaba de su cuerpo ingenuamente, esperando que el enfermero anduviera por ahí, para contarle su historia y así ahuyentarlo de sus labios rotos.

Ya es media noche y camino errático por la alameda, espero el momento del encuentro, me duele la guata y estoy salivando un líquido avinagrado que me seca los labios, llevo la misma pistola que me dejó postrado casi una década, para devolver la mano, como dicen aquí. Entonces lo veo y se acerca el momento, no puedo aguantar las ganas de gritar y llorar, pues viene con la misma tranquilidad que hace diez años. Me mira y nos sentamos frente a frente en esos viejos banquitos del parque, que huelen a sexo y me recuerdan algunas noches de locura desenfrenada junto a la chica de la casa de enfrente. Casi no hay palabras, un simple abrazo y un poco de cariño me provocan tantos recuerdos, tantas entrañas desoladas y después de un minuto de silencio el olor a pólvora se entromete en mis poros y conversa con cada célula de mi piel marchita. Por fin todo terminó y no hago más que caminar por cinco horas, con la mente en el cielo, entre una y otra estrella fugaz. Aún después de esto y de largas horas de planeación incesante no logro superar el límite incandescente de la angustia por un final concluyente y definitivo.